¿Por qué decimos que la formación es un motor de cambio?

Formación profesional transformadora
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En un mundo atravesado por la desigualdad, la incertidumbre laboral y la acelerada transformación tecnológica, la formación ha dejado de ser un recurso complementario para convertirse en una herramienta central de cambio. Y dentro de este escenario, la formación profesional transformadora emerge como una respuesta concreta y poderosa frente a los desafíos sociales, económicos y ambientales que enfrentan las sociedades del siglo XXI.

Este artículo explora el impacto social de la formación profesional y por qué hoy, más que nunca, representa un motor de cambio profundo.


Índice

Formación profesional transformadora: el concepto que impulsa el cambio

La formación profesional transformadora se diferencia radicalmente del modelo tradicional centrado únicamente en la capacitación técnica. Su objetivo no es solo insertar personas en el mercado laboral, sino transformar realidades personales y colectivas, empoderar a quienes acceden a ella e impulsar una ciudadanía activa, crítica y comprometida.

Este enfoque integral ha sido respaldado por instituciones internacionales como la UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que destacan el papel de la formación profesional en la construcción de sociedades más equitativas. Diversos países han comenzado a adaptar sus marcos legislativos e institucionales para consolidar esta visión. Iniciativas como el Plan de Modernización de la FP en España refleja esta transición hacia modelos más inclusivos, flexibles y vinculados al desarrollo sostenible.

En contextos de exclusión, pobreza o desempleo estructural, la formación profesional transformadora actúa como un dispositivo de justicia social, capaz de generar nuevas oportunidades donde antes solo había estancamiento. Ya no es solo capacitación: es construcción de futuro.

La formación profesional que responde al mercado laboral

Una de las principales fortalezas de la formación profesional transformadora es su capacidad de conectar directamente con las demandas reales del mercado laboral. A diferencia de otros modelos educativos más teóricos, la FP está diseñada para dotar al alumnado de competencias técnicas específicas y habilidades blandas que las empresas valoran cada vez más, como la comunicación, el trabajo en equipo o la resolución de problemas.

El sistema de formación dual, que combina aprendizaje en centros educativos con prácticas remuneradas en empresas, se ha consolidado como una estrategia eficaz para aumentar la empleabilidad. Países como Alemania, Suiza o Austria tienen históricamente sistemas exitosos de este tipo, y cada vez más regiones en América Latina y España los están adoptando.

Además, los programas de FP más actualizados se construyen con la participación activa del tejido empresarial, lo que permite ajustar los planes de estudio a los cambios tecnológicos y sectoriales. Esto convierte a la formación profesional en un eje clave para cerrar la brecha entre educación y empleo, ofreciendo a los jóvenes y adultos una vía rápida y práctica hacia la inserción laboral y la mejora de sus condiciones de vida.

infografía que representa una mujer hacinado una práctica de toma de tensión a otra mujer.

El impacto social de la formación profesional: datos que hablan por sí solos

Más allá de las declaraciones, los datos sobre el impacto social de la formación profesional son contundentes. Según la OCDE, las personas egresadas de programas de formación profesional tienen mayores tasas de empleabilidad y mejores ingresos que quienes solo completan estudios secundarios. En algunos países europeos, estas tasas superan el 80 % de inserción laboral en los primeros seis meses tras finalizar los estudios.

En España, los titulados en educación superior (FP superior o universidad) obtienen ingresos de media un 49 % superiores respecto a quienes solo han completado la educación secundaria obligatoria.

El impacto también se extiende a aspectos estructurales como:

  • Reducción de la pobreza
  • Aumento de la equidad de género
  • Inclusión de grupos tradicionalmente excluidos

Un estudio de la UNESCO y la OIT destaca que los programas de FP orientados a sectores vulnerables —mujeres, migrantes, personas con discapacidad— logran no solo mejorar condiciones de vida individuales, sino fortalecer el tejido social y fomentar comunidades más cohesionadas.

Además, la formación profesional transformadora se vincula de forma directa con el desarrollo sostenible: forma personas capaces de participar en economías verdes, adoptar tecnologías limpias y contribuir a una transición ecológica más justa.

Los retos pendientes de la formación profesional

Aunque la formación profesional transformadora ha demostrado ser una herramienta eficaz para el desarrollo personal y colectivo, aún enfrenta desafíos estructurales que limitan su alcance e impacto. Uno de los principales problemas es la desigualdad en el acceso, especialmente en zonas rurales o comunidades marginadas donde la oferta educativa es escasa o inadecuada.

A esto se suma la persistente brecha de género: en muchos países, las mujeres siguen infrarrepresentadas en sectores técnicos tradicionalmente dominados por hombres, como la industria o la tecnología. También existen barreras culturales y sociales, como el estigma que todavía pesa sobre la FP frente a la educación universitaria, lo que influye en la elección educativa de muchos jóvenes.

Además, algunos programas presentan déficits de actualización frente a los cambios tecnológicos del mercado laboral, afectando la empleabilidad de los egresados. Sin embargo, comienzan a surgir soluciones: políticas públicas centradas en la equidad, incentivos para empresas que colaboran con centros formativos y reformas curriculares más flexibles y orientadas a competencias.

Superar estos retos no solo implica mejorar la formación, sino garantizar que todas las personas, sin importar su contexto, puedan acceder a una educación profesional de calidad y con impacto real en sus vidas.

Formación profesional en la era digital: desafíos y oportunidades

El siglo XXI plantea un entorno laboral altamente volátil, marcado por la automatización, la inteligencia artificial y el cambio constante de los perfiles profesionales. En este contexto, la formación profesional debe ser no solo actual, sino futurista: anticiparse a los cambios y preparar a las personas para trabajos que, en muchos casos, aún no existen.

Sin embargo, uno de los principales obstáculos sigue siendo la brecha digital. En muchos países de ingresos bajos y medios, grandes sectores de la población aún no tienen acceso a conectividad o alfabetización digital básica, lo que excluye a millones de los beneficios de la economía del conocimiento.

A pesar de ello, han surgido iniciativas innovadoras. Por ejemplo:

  • En Costa Rica, programas de formación en economía verde y digital preparan jóvenes para empleos del futuro.
  • En la Unión Europea, el modelo de formación dual permite aprender en el aula y en la empresa, con gran flexibilidad.
  • Plataformas digitales como Femxa ha democratizado el acceso a contenidos técnicos y profesionales.

Además, la idea de aprendizaje permanente (lifelong learning) se consolida como una necesidad. La formación profesional ya no es un único paso al salir de la secundaria, sino un camino continuo de actualización y reinvención, adaptado a las trayectorias de cada persona.

Este nuevo modelo exige sistemas educativos flexibles, políticas públicas adaptativas y una visión estratégica que entienda la educación técnica como una inversión de largo plazo en capital humano.

Cuando la formación se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La Agenda 2030 establece un compromiso global con el desarrollo sostenible, y la formación profesional transformadora se ubica en el centro de ese compromiso. Contribuye de manera directa a varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), destacando especialmente en dos:

  • ODS 4: Educación de calidad. Una formación profesional de calidad, accesible y equitativa es fundamental para garantizar que todas las personas puedan acceder a oportunidades reales de desarrollo.
  • ODS 8: Trabajo decente y crecimiento económico. La formación profesional es clave para generar empleos dignos, mejorar la productividad y fomentar el emprendimiento sostenible.

Además, la FP contribuye a otros ODS:

  • ODS 5 (Igualdad de género): programas formativos inclusivos ayudan a cerrar brechas laborales.
  • ODS 10 (Reducción de desigualdades): la formación accesible reduce la exclusión social.
  • ODS 13 (Acción por el clima): impulsa prácticas sostenibles y empleo verde.

Las alianzas entre gobiernos, empresas y sociedad civil resultan fundamentales para ampliar el impacto. Un ejemplo de ello es el compromiso de entidades educativas como Femxa, que se ha adherido como socio al Pacto Mundial de las Naciones Unidas, alineando su actividad con los Diez Principios en derechos humanos, trabajo, medioambiente y lucha contra la corrupción, y contribuyendo activamente a los ODS mediante programas de formación inclusiva, digital y ecológica.

Formación y próximos pasos

Este recorrido demuestra que la formación profesional transformadora es mucho más que una estrategia educativa. Es una herramienta política, social y económica capaz de generar impacto estructural. Las cifras lo avalan, las historias lo confirman y los desafíos del presente lo exigen.

El cambio no será inmediato ni automático, pero es posible con compromiso, visión y colaboración. La formación profesional transformadora puede reconfigurar estructuras sociales y económicas. En Femxa, trabajamos para ofrecer programas que fomenten la empleabilidad, la sostenibilidad y la innovación. Descubre más sobre nuestras iniciativas en Escuelas Profesionales.

Pastora Valenzuela
pvalenzuela@femxa.com

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